viernes, 3 de septiembre de 2010

Grandes Películas de la Historia: El Hombre que Mató a Liberty Valance

Título: El Hombre que Mató a Liberty Valance
Título Original: The Man who shot Liberty Valance
Director: John Ford
Guión: James Warner Bellah & Willis Goldbeck
Música: Cyril J. Mockridge
Fotografía: William H. Clothier
Reparto: John Wayne, James Stewart, Lee Marvin, Vera Miles, Edmond O'Brien, Woody Strode, Andy Devine, Lee van Cleef, Jeanette Nolan
Año: 1962 Duración: 120 mins B/N
SINOPSIS: Un senador anciano relata la historia de su llegada al Oeste, donde cuenta lo que realmente sucedió en la leyenda. Al llegar, es atacado por el bandido más temido, Liberty Valance...








Antes de empezar, quisiera hacer varios apuntes. Empiezan las fiestas de Valladolid, así que, entre fiesta y resaca tardaré varios días en publicar algo. Eso sí, rondaré por los comentarios. El Hombre que Mató a Liberty Valance es, mi quinta peli favorita, sí. Como ya dije en el primer post de esta sección que abrí con la crítica de El Padrino, esta es la última película que va en orden según mis gustos. A partir de la sexta entrega de Las Grandes Películas de la Historia, el número que viene al lado del título pasa a ser irrelevante, simplemente se trata de otra obra maestra que merece estar en esta sección. Y, por último y no menos importante, si no has visto la película, te recomiendo fervientemente que no leas ni el antepenúltimo ni el penúltimo párrafo, porque en uno destripo la escena de escenas y en el otro cuento el final de la peli. Y, cuando la veáis (ya estáis tardando, pazguatos) comprenderéis por qué lo escrito. Basta de rollos y vamos al lío.

¡QUÉ GRANDE ES EL CINE!

El Hombre que Mató a Liberty Valance es la obra maestra absoluta de ese genio irlandés llamado John Ford.

En plena madurez creativa, Ford se encarga de dar carpetazo al western clásico de una manera asombrosa, género que él mismo se encargó de encumbrar en un buen puñado de obras. Para ello, realiza numerosos cambios sustituyendo los paradigmas del western, por otros más modernos. Monument Valley no tiene cabida en esta cinta. Los espacios abiertos se terminaron, todo se desarrolla en sombríos interiores, entre bambalinas, sin esas largas persecuciones a caballo. No hay indios, no hay séptimo de caballería, apenas hay alguna diligencia. Ford demuestra que también es un genio sin un director de fotografía a color de sus enormes desiertos, se mueve como pez en el agua en esos planos oscuros. Es el cambio, es la evolución. Ford mira con nostalgia desde la perspectiva de Ramson Stoddard un tiempo pasado, mítico, pero que toca a su fin.

Los temas principales que se encuentran en este film son muy variados, todos ellos ligados a la época de transición que estaba viviendo el far-west. La llegada del ferrocarril, deja a un lado las diligencias y los caballos de los vaqueros. El eterno conflicto entre granjeros y agricultores por las tierras. Normalmente, en cualquier película de Ford, este dilema se hubiera resuelto a tiro limpio, en una batalla campal entre ambos bandos que se hubiera saldado con un montón de muertos y de sangre en el desierto. En esta ocasión no se trata de eso, no, Ford lo resuelve con una reunión en la que cada uno expone sus ideas pacíficamente, dialogando. Es el principio de la democracia.


¡La escena del bistec! ¡Ole!


Esa misma democracia la vuelve a exponer en la escena de los mítines para llegar a Senadores, que resulta muy esclarecedora. Ya por aquél entonces, tanto periodistas como abogados y jueces tenían el toro cogido por los cuernos, cortaban el bacalao en la política. Además, Ford hace una sutil crítica a toda esa parafernalia tan yanqui y tan republicana que envuelve a las elecciones, mostrándonos la llegada de uno de los aspirantes al estrado, presentada por un tipo montado a caballo y disparando.

Pero lo que más destaca, es el enfrentamiento entre el hombre del Este y el hombre del Oeste. El hombre del Este es alguien culto, letrado, muy educado y de buenas maneras. Viste bien, es amable, todo intenta resolverlo a través del diálogo, en definitiva, es un idealista. El vaquero del Oeste es todo lo contrario. Son analfabetos, rudos, sucios y salvajes. Todas sus disputas se zanjan con las pistolas, no han oído en su vida palabras como civismo. Pero sí un sentido de la justicia y del honor tan grandes como los de los hombres ricos del Este.

Pero no sólo es eso. El Hombre que Mató a Liberty Valance es una historia sobre la justicia. Es el fin de los forajidos, de esos pistoleros que se toman la justicia por su mano. Es tiempo de progreso, de ideales, de acabar con la tiranía de los poderosos a través de las palabras.
Y, por supuesto, es una historia de amor. Amor imposible entre un hombre y una mujer, representados en una casa quemada y en una flor de cactus sobre un viejo ataúd. Aquí, la poesía de Ford alcanza una de sus mayores cotas, capaz de representar algo tan grande como el amor con tan sólo un par de guiños. Y amor por el western. Una mirada nostálgica, aunque sin ganas de volver a ese pasado oscuro, representada por ese abogado canoso.


¡Quietoooorl!

Llegando al plano interpretativo, el film cuenta con uno de los mejores repartos de la historia. Empezando por tres actores secundarios clave, como son el eterno Woody Strode, el habitual de Ford Andy Devine y el casi inexpresivo Lee Van Cleef. Edmond O'Brien como ese periodista borracho, obsesionado con encumbrar las historias que suceden en el pueblo. Sabio e inteligente cuando está sobrio, resulta ser un personaje muy entrañable. Espectacular Vera Miles como la mujer del Oeste. Una chica enamorada del hombre rudo del pueblo Tom Doniphon, pero que descubre con la llegada del abogado Ramson Stoddard que hay algo más que duro trabajo fregando platos, hay libros y hay leyes. Se debatirá entre ambos hombres, buscando en ellos la seguridad de la rudeza o la seguridad de la palabra.

Y llegamos al trío de ases. Empezando por un inconmensurable Lee Marvin, nuestro Liberty Valance, uno de los forajidos más legendarios de la historia del Oeste. Sus apariciones son escasas, pero son suficientes. En ellas muestra su grandeza, su dureza, el terror que a su paso inflige sobre los habitantes del pueblo. Sus actos están llenos de violencia. Pero, incluso da más miedo cuando no aparece en pantalla. Es la sombra que pulula sobre las almas de los lugareños, es la representación del mal. Es el ogro, el hombre del saco que hay que combatir cómo sea pero que nadie se atreve a hacerlo. Sin duda, con esta actuación, Lee Marvin se ganó un lugar privilegiado en el Olimpo de los Dioses de Hollywood.

La actuación de James Stewart es sencillamente sublime. Él es Ramson Stoddard, el hombre aventurero llegado del Este. Representa todo ese progreso que ya hemos mencionado, pero encontrándose en un sitio que no es el suyo. En una realidad que no comprende y que intentará cambiarla con sus propios métodos. Pero, sucumbe ante la imposibilidad de utilizar su inteligencia, viéndose obligado a encarar la injusticia en la única forma que conocían los hombres del Oeste, revólver en mano. Stewart ya era una estrella, pero volvió a demostrar por qué es una de ellas.


¡El puto Edmond O'Brien, joder!


Y, resulta que en esta película sale John Wayne. Con eso estaría dicho todo, salvo en este caso. El Duke realiza la mejor interpretación de su carrera y eso es decir mucho. Un personaje lleno de matices, con esa clase, esa dureza, ese porte y esa elegancia exquisitas, ese eterno vaquero que representa la leyenda del western. Pero hay más que eso. Es Tom Doniphon, un hombre que simplemente actúa por ganarse el amor de una mujer. Un tipo sensible, que duda, se desespera y mata por amor. Wayne es capaz de aunar todo lo bueno del amor de un hombre que profesa hacia una mujer y lo mejor de su indudable dureza y chulería. Tom Doniphon es un personaje sencillamente inolvidable, tan legendario como el propio western y es que John Wayne era el Dios de este género.

Todo lo anteriormente citado resulta muy bonito. Maravilloso diría yo. Pero, no podía terminar de cerrar ésta crítica sin antes tener que contar un par de cosas esenciales en la trama, más que nada por devoción a la propia película.

La escena del bistec. Una de las más grandes escenas jamás rodadas en la historia del cine. No sólo por lo que representa. Dos hombres son capaces de matarse por un mísero bistec que acabará en la basura. Porque Liberty Valance le pone la zancadilla a Ramson Stoddard que portaba el ya mítico bistec de Tom Doniphon. Sus miradas de odio, llenas de dureza, que se lanzan rayos amenazadores, ese porte con el que ambos no pierden los nervios, simplemente se miran fijamente el uno al otro. Pero hay más. La patada. La soberana patada. La patada de todos los tiempos. John Wayne, en un alarde de dureza impresionante, le propina un soberbio patadón en toda la cara a uno de los secuaces de Valance. Pero lo mejor es la forma. Sigue en el mismo sitio, no se ensaña, le importa un carajo ese mequetrefe al que ha golpeado. Sencillamente le mira bajando la vista para saber donde está y le da con toda la puntera. Y después se centra en Valance, su verdadero enemigo, el que le importa. Y le espeta: "Te he dicho a ti, Valance. Recógelo!!!" No se puede tener más arte en la historia!!!!!


Recuerda, recuerda...


Y el final. Un final ciertamente complejo y contradictorio. Stoddard es el hombre que ha pasado a formar parte de la leyenda. Todo el mundo cree que fue El Hombre que Mató a Liberty Valance. Se lleva toda la gloria, el futuro y a la chica. En cambio, Tom Doniphon sí fue El Hombre que Mató a Liberty Valance (de ahí la importancia del título) Pero se queda sin gloria, sin futuro y, lo más importante de todo, sin la chica. Toda esa belleza que hay intrínseca en ese final, esa intención de Ford tan majestuosa no es suficiente para que no me deje llevar por el entusiasmo y el ser superficial. Lo soy y a mucha honra. A pesar de todo eso que implica. Su grandeza no es esa. Sabiendo que queda media hora y de pronto Stoddard dispara a Liberty Valance, uno no da crédito. No se puede creer lo que está viendo. Con todos mis respetos para James Stewart (al que acabo de idolatrar) no es posible que un mísero lavaplatos se cargue al más bastardo de todos. Es inverosímil. Cuando, a diez minutos del final, cuando Tom Doniphon le dice, le dice señores entre el humo de un cigarrillo a Stoddard eso de recuerda, recuerda, vemos un oscuro flash-back en donde John Wayne desde un lateral se carga a Valance, a Lee Marvin. En ese momento, uno se levanta del asiento y grita: "John Ford no nos ha fallado!!" Y es que, aunque en el film la gloria se la lleve James Stewart, en nuestro corazón se la lleva el glorioso John Wayne.

Para concluir, decir que la grandeza de John Ford reside en que ha sido capaz de mitificar a un género, el western, y llevarlo a las más altas cumbres cinematográficas, pero a su vez, lo desmitificó, lo echó todo por tierra de una forma brillante. John Ford imprimió la leyenda del western. Cuando uno termina de ver El Hombre que Mató a Liberty Valance, sólo le queda gritar a los cuatro vientos: qué grande es el cine!!!!!


Media en IMDB: 8,1 (22.622 votos)
Media en Filmaffinity: 8,4 (13.928 votos)
Media en Cinetrivia: 8,48 (23 votos)

4 comentarios:

Mike dijo...

Buenas:

El que crea que no se puede hacer gran cine cuando la película es un western, se equivoca de medio a medio. La respuesta siempre es la misma: que vea "El Hombre que mató a Liberty Valance".

Además es el inicio del llamado western crepuscular, del que luego serían abanderadas la gloriosísima "Grupo Salvaje" o la no menos gloriosísima "Sin Perdón".

Y la puta escena de la patada joder!!!

Full Norbert dijo...

Así es, hermano. Siempre recordaré con gran indignación como a mis compañeros de bachillerato les pareció una mierda. Claro, no tienen ni puta idea de cine y no la entendieron.

Álvaro dijo...

Poco puedo aportar a este articulo. Mis conocimientos en el cine Western son casi nulos y además, esta peli no la he visto. Pero la veré.

Un abrazo.

Álvaro R.

Full Norbert dijo...

Pues la verdad es que he dado poco la chapa sobre el western, pero es mi gran pasión. Sólo hay que darse cuenta del diseño del blog.

Publicar un comentario